miércoles, 9 de marzo de 2016

José Antonio Marina o el bombero pirómano. De pedagogía, espíritu crítico y desastre educativo


Qué habilidad tienen algunos. Son capaces de prender fuego, intentar apagarlo con gasolina y que los incendiarios, los bomberos pirómanos y los carbonizados terminemos siendo los demás. Capaces de reivindicar el espíritu crítico, siempre que no esté dirigido a cuestionar las tesis propias.

Ayer martes, el Confidencial publicaba un artículo de José Antonio Marina  titulado Las críticas a la pedagogía o el desastre que se está cometiendo en la educación española. Antes de comentarlo me gustaría recordar algunas declaraciones previas del filósofo:

Para Marina, nuestro sistema educativo es (y esto no se puede rebatir) "mediocre", cuando debería ser un  "sistema de alto rendimiento". Esto, según Marina, se podría conseguir "en un plazo de entre tres y cinco años". ¿Cómo? "Formando a grandes equipos directivos de los centros" y "formando mejor a los profesores" porque estamos "muy mal formados". Podría aceptar con humildad esta valoración si la mejora en la formación docente se intuyera relativa a la profundización en el dominio de las disciplinas que los profesores impartimos. En caso contrario, dejemos las cosas como están, que no estamos para florituras.

Para Marina, a cualquiera le parecería "criminal" que los médicos "no actualizaran sus conocimientos". Como ya he dicho en anteriores ocasiones, no tengo nada que objetar a la (necesaria) actualización del docente. Ahora bien, puesto que los médicos se basan en la tradición, en la ciencia y no en las pseudociencias, en lo verificable y no en innovaciones estrafalarias y experimentos extravagantes, puesto que no son "asesorados" por personajes ajenos a la medicina, puesto que no se les ofertan para su formación  cursos de risoterapia o coaching médico, como decía más arriba, aclaremos primero qué tipo de formación requerimos a los profesores, no sea que tengamos que acabar por oponernos a la idea, en principio sensata, de la actualización.

Para Marina, "los buenos profesores no pueden cobrar lo mismo que los malos". El problema, como traté en un artículo anterior, es que no todos entendemos igual qué es un buen profesor.

Para Marina, los profesores que no compartimos sus planteamientos mostramos "tics" (con minúsculas) "de autodefensa" y tenemos "miedo a ser evaluados". También esto lo he manifestado antes: si se me ha de evaluar (personalmente no tengo ningún problema), primero, que lo haga alguien que sepa más que yo de mi especialidad; segundo, que se me examine de mis conocimientos sobre la materia que imparto y no de cuestiones subjetivas y/o vaporosas (mucho menos, morales); y tercero, que se haga extensiva tal evaluación periódica a todo aquel que desempeñe un cargo público (algunos no han sido examinados ni una sola vez, mientras otros hemos ganado nuestra plaza por oposición). En cuanto a la autodefensa, puede ser cierto, desde luego. Y bien haríamos en reflexionar por qué a los docentes se nos enciende la alarma pedagógica, como a Spiderman el sentido arácnido, cuando alguien sugiere ideas para mejorar nuestro desempeño. Vayamos ya con el texto publicado en El Confidencial.

Marina comienza ¿lamentando? la aparición periódica de publicaciones que acusan a los pedagogos de haber perdido el sentido común y de ser un peligro para la educación. Cita, entre los disidentes, a:

Mercedes Ruiz Paz, autora de "La secta pedagógica".

Alicia Delibes, que hablaba de la pedagogía progresista antiautoritaria que reniega del esfuerzo individual y de disciplina en "La gran estafa. El secuestro del sentido común en educación".

Ricardo Moreno Castillo y su "Panfleto antipedagógico", en el que denunciaba que en nombre de la pedagogía se dicen cosas a cual más delirantes, y a veces en una jerga que suena a esperanto.

Enrique Moradiellos, que en un soberbio (esto lo digo yo) artículo en El País titulado "Primero aprende y solo después enseña" alertaba contra la verborrea pretenciosa y vacua de una supuesta ciencia holística de la educación formal, inmaterial e incontaminada de contenidos efectivos conceptuales y empíricos.

Antonio Muñoz Molina, por afirmar, en otro espléndido artículo publicado también en El País y titulado "Memoria crítica", que la izquierda política y sindical decidió, misteriosamente, que la ignorancia era liberadora y el conocimiento, cuando menos, sospechoso, incluso reaccionario, hasta franquista, reprochaba la obsesión de los pedagogos por embutir en los cerebros infantiles o juveniles actitudes y no contenidos y su palabrería de sonsonete científico, como aprender a aprender, desarrollar la creatividad y el espíritu crítico, a ser posible transversalmente.

Y termina sintetizando lo que él llama una "ideología pedagógica" común, parece, a los mencionados y a mí mismo, en una frase de mi libro, "Contra la nueva educación", que Marina califica de "mitinera": La izquierda hace tiempo que asumió la defensa de la estupidez, algo en lo que, no sin tristeza, me reafirmo.

Mis primera palabras para Marina deben ser de agradecimiento por ubicarme entre autores de tal valía intelectual, profesional y personal. Nunca me ha gustado ser situado en un bando porque trato de exponer mis argumentos de forma independiente y sin que la valoración de las personas con las pueda coincidir determine lo que digo. Por otra parte, no puedo suscribir en bloque y sin matices todo lo que las personas mencionadas sostienen, aunque me reconozco en gozosa sintonía con las frases extractadas (con una excepción: lo que para Alicia Delibes es una pedagogía progresista antiautoritaria que reniega del esfuerzo individual y de disciplina, para mí es una pedagogía "progre" por fuera pero reaccionaria por dentro, algo así como un huevo kinder pedagógico. En cualquier caso, insisto: gracias. Si de facciones se trata, mejor en esta que otra.

Continúa José Antonio Marina alegando que estas críticas no tienen como destinataria la pedagogía, sino una mala pedagogía que ha  enfrentado 'calidad' e 'igualdad', 'contenidos” y 'procedimientos', 'diferenciación' y 'comprensividad', lo que provoca, dice,  engendros educativos. Pues así es. Lo preocupante es que hoy no se pueda criticar determinadas corrientes pedagógicas dominantes sin que se dé por hecho que uno critica la pedagogía en su conjunto, lo cual es absurdo desde el momento en que uno no puede enseñar sin pedagogía, sin didáctica, sin método. Otra cosa es que queramos calificar de ciencia al método y no a la disciplina (a la herramienta y no al conocimiento, al procedimiento y no al contenido) o que debamos admitir la idea más estrambótica como metodología revolucionaria o aceptar la invención de la pólvora en el 2016. Lo que se pretende mediante la crítica de la mala pedagogía es sostener que no hay una metodología comunal, que dirían en Amanece como es poco, que cada profesor tiene, en base a sus conocimientos y su experiencia, una manera de enseñar sobre la que es posible dar consejos a otros acerca de que lo que le ha podido funcionar mejor o peor a uno, pero que no es transmisible mediante una teorización de la teoría. No se trata de ofender al pedagogo sino de convencerle de que ha cometido errores, seguramente con buena intención, pero esta a veces es más peligrosa todavía que la mala baba (que también la hay). Los errores de la pedagogía son evidentes y el propio Marina cita algunos: se han confundido 'calidad' con  'igualdad', 'contenidos'  con 'procedimientos', 'diferenciación' con 'comprensividad'... y añado: "autoridad" con "autoritarismo", "disciplina" con "sumisión", "mérito" con "clasismo"... y así, como José Antonio Marina reconoce, se han provocado engendros educativoscontra los que por responsabilidad algunos hemos decidido presentar batalla.

Los antipedagogos cogen a veces el rábano por las hojas, dice Marina. Por ejemplo, al denostar el objetivo de “aprender a aprender” o de “aprender a pensar”. Aprender a aprender, por mucho que se nos intente convencer, no significa nada. Explica Marina que su interpretación ha de ser: gestionar la propia memoria. Claro que ahora tendría que explicarnos qué quiere decir también esto. ¿Y no es más fácil (más "didáctico") hablar de "aprender" y de "memorizar"?

Como exponía al principio, Marina, después de situarnos a algunos en la trinchera (donde, por cierto, explico en mi libro que no es donde el docente debería estar), aprovecha el hueco dejado para ponerse más centrista que Albert Rivera y pedir, él sí, una pedagogía de más calidad, basada en evidencias y no ideologizada (es decir, lo que querríamos todos), denuncia que se expande por las aulas una epidemia de 'innovacioncitis' (de pronto Marina parece en la línea de lo que defiendo en Contra la nueva educación), afirma que no toda novedad es válida, sino solo aquella que hace que los alumnos aprendan más, que estamos sometidos a modas fragmentadas y mal digeridas y que en este panorama han tenido especial influencia los 'psicólogos de la educación' (la "tramposa confrontación entre tradición y modernidad que hace pasar por bueno lo nuevo sin otro mérito que esta supuesta modernidad y que desprecia lo tradicional por supuestamente anticuado" de la que hablé en mi conferencia Tradición y posmodernidad. La nueva pedagogía o el efecto placebo). Pero Marina no se detiene ahí. Una vez ha sugerido que los "aludidos" somos unos exaltados que no queremos más que bronca y alboroto, se refiere a la actual psicología como psicología de hamburguesa, y la define como la que pega como puede lo que previamente ha triturado. Así lo defendió, nos cuenta, en una ponencia que presentó en la International Conference of Thinking. Sigue Marina El Moderado asegurando que cada psicólogo ha enarbolado una idea que defiende con aura de gurú, sin preocuparse de integrarla con las demás (Robinson, Goleman, Gardner, Prensky, la inteligencia emocional, los nativos digitales, el mindfullness, la gamificación...) y termina hablando de modas y del error de pensar que no hace falta aprender lo que se puede buscar y que el conocimiento no está en el sujeto sino en internet. Lo resume así:  una papilla difícil de digerir. Y pone tres ejemplos:

Primero: la motivación se considera que es condición imprescindible para actuar, por lo que si una persona no está motivada, no podremos exigirle nada. Ha expulsado del mundo educativo el concepto de 'deber' como impulsor de la acción, lo que ha tenido graves consecuencias.

Segundo: Tampoco podrá realizar una acción alguien que no tenga alta autoestima, por lo que debemos fomentarla con independencia de su comportamiento. Eso ha llevado a gigantescas campañas de fomento de la autoestima, en EEUU, con efectos narcisistas poco recomendables.

Tercero: Hemos puesto como gran objetivo educativo la felicidad del niño, pero una blanda idea de felicidad, que supone la eliminación de toda experiencia molesta, incluida la de cumplir las obligaciones, con lo que hemos fomentado la mentalidad del 'niño tirano' y la incapacidad para soportar el esfuerzo o la frustración.

Después de suscribir palabra por palabra los tres ejemplos anteriores extraigo una sola conclusión que ya adelantaba al principio: qué hábil es Marina. Piensa lo mismo que decimos nosotros, los antipedagogos (ojo: cursiva). Sin embargo, Él es integrador y nosotros fanáticos. Él es constructivo y nosotros destructivos. Él quiere mejor pedagogía y nosotros suprimirla (¿¿cómo podríamos enseñar sin didáctica??). Pero no se preocupen. Estamos, nos dice Marina, en la era del aprendizaje, y es el momento de los expertos en aprendizaje. Empieza a dibujarse una teoría integradora. Como será la suya, no duden de que será "la buena". Eso sí, cuando nos la cuente no perdamos de vista todo lo que Marina ha dicho antes. Y tampoco esperen soluciones milagrosas. Por si acaso.

7 comentarios:

  1. No me canso de decirlo: Este hombre es, única y exclusivamente, un lobista de la concertada, un lobista de los oscuros intereses de Nuestra Santa Madre Iglesia y un cultivador infinito de su propio ego.

    Y está dejando escuela... que Dios nos coja confesados y "extremaucionados" a ser posible. El propio Marina estaría encantado de administraros el sacramento de manera preventiva.

    Exaudi orationem meam; ad te omnis caro veniet.
    Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.

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  2. Semejante sarta de sandeces, se dicen y escriben, cuando hace mucho que uno no pisa un aula (a ser posible del primer ciclo de ESO que habría que ver que hacen) o hace mucho que desertaron precisamente para no pisarlas..., ni pasarse horas fuera de ella con un trabajo que roza la esclavitud muchas veces.

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  3. http://www.salon.com/2016/03/05/homework_is_wrecking_our_kids_the_research_is_clear_lets_ban_elementary_homework/

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  4. Si hubiera que evaluar a los profesores el primero que se quedaria fuera es Jose Antonio Marina, es un farsante, no sabe absolutamente nada y encima es bobo, le he leido decir que el menor modelo educativo en España esta en las ikastolas!!!, que los alumnos hagan 15 minutos al dia de deberes!!! ( menos que ahora aun), jamas critica la inmersion linguistica y de odio en Cataluña..... en fin, que esta nulidad este tan encumbrada ya dice mucho de el sistema educativo

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  5. Queria decir " mejor" y no menor,dijo que el mejor modelo esta en las ikastolas???? Hace falta tras eso añadir algo mas. A mi entender este hombre no esta bien

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  6. Qué certeros son sus artículos, además de jocosos a ratos. Vaya, vaya, con Marina el Moderado. La verdad es que su diplodocus dormido no me aportó gran cosa..., aunque coincido con él en que en cinco años cambiamos la tendencia. Hay un problema en la primaria, que no se recupera en secundaria por más esfuerzo que le echemos los profesores. La primaria es una etapa fundamental que determina el futuro académico del alumno. Elijamos a los maestros del 10% de los mejores expedientes de bachillerato, como en Finlandia.

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    1. muchas gracias. Tampoco a mí me sirvió de mucho el diplodocus. Por lo demás, de acuerdo en la importancia de la Primaria. Un saludo.

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