sábado, 28 de noviembre de 2015

Barcelona


Finalizadas las jornadas, tengo que decir que Barcelona sigue siendo una ciudad estupenda y que ha sido un placer pasar unos días aquí, charlar sobre educación e instruirme con personas que de esto saben mucho. Me ha gustado conocer a José Manuel Lacasa y asistir a su magnífica ponencia (¡qué difícil es rebatir los datos!) y a otros colegas a quienes no conocía; haber podido saludar en persona a compañeros a los que solo conocía de forma virtual; volver a ver a amigos y camaradas en la batalla educativa o escuchado las siempre doctas lecciones de Maese Luri (enhorabuena, por cierto, a los anfitriones por la organización y la hospitalidad).

Un viaje ciertamente provechoso en el que he tenido la oportunidad de visitar Plataforma y pasar un rato muy agradable con Jordi Nadal y María Alasia (que tuvo la amabilidad de asistir a mi conferencia), tan afectuosos como siempre y llenos de entusiasmo.


Por supuesto, paseé por la ciudad y pasé por la calle en la que hace años (¡quince!) viví. Y no faltó la atención al apartado gastronómico (no solo de mesas redondas vive el hombre).


 ... y además he aprendido la importancia de "agremiarse".

Lo dicho: un placer.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

A Barcelona para hablar de educación


Mañana viajo a Barcelona para participar en las IV Jornades de Secundària "Modes i tendenciès educatives". El viernes tendrá lugar mi conferencia, titulada "Tradición y posmodernidad. La nueva pedagogía y el efecto placebo". El sábado por la mañana estaré en la mesa redonda.

Me apetece mucho volver a una ciudad en la que viví durante un año, cuando aún era estudiante, la "ciudad de los prodigios" que relató Eduardo Mendoza, la que inspiró a Juan Marsé y a Vázquez Montalbán, una ciudad que ha visto nacer a artistas como Gaudí, a historiadores como Javier Tusell, a compositores como Fernando Sor o a cineastas como mi admirada Isabel Coixet... la ciudad a la que homenajeó Jacinto Verdaguer, el poeta a quien recurrió Manuel de Falla para su ópera póstuma, "L' Atlàntida".

Hablaremos pues de educación, de modas pedagógicas, de la sorprendente confrontación entre innovación y tradición, del presente y futuro de nuestra enseñanza pública, en un lugar tan apropiado como el l'Il.lustre. Col·legi de Doctors i Llicenciats de Catalunya

Seguro que será fructífero y disfrutaré de la ciudad, de las jornadas y de la conversación con buenos amigos.


viernes, 20 de noviembre de 2015

Viaje con nosotros. Mondragon Unibersitatea Orkestra


"Con nosotros viaja el sueño y la novedad,  la alegría, la sorpresa y el carnaval. Todos juntos iremos allá, todos juntos. Quien compra nuestro billete, compra la felicidad".

¡Cómo lo vieron venir, Gurruchaga y compañía, cuando cantaban aquello de "Viaje con nosotros si quiere gozar"! Estaban hablando de educación. Seguro. De la educación de hoy, la del 2015, la que "se lleva", la que está en boga... pero lo cantaban en 1980. Y eso tiene su mérito. Compañeros y compañeras, colegas y colegos: la instrucción pública... ha muerto. Ha nacido la "nueva educación". Esta nueva educación se rinde, por fin, a los deseos del alumno y a sus legítimas e incuestionables aspiraciones a ser Feliz. Cooperativa e innovadora, utópica y carnavalesca, la ejemplifica a la perfección la Mondragon Unibersitatea (Orkesta).

Debe ser Mondragon especialmente propicio para los hallazgos y las novedades pedagógicas. Quizás se deba a la impronta que dejó el descubrimiento en esta villa guipuzcoana del resto humano más antiguo encontrado en el País Vasco, o la creación de vías mercantiles durante la Edad Media que ya demostraban un incipiente espíritu emprendedor, o la floreciente industria del hierro desde los siglos XVI y XVII, o el más moderno cooperativismo que guarda relación con entidades bancarias, previsiones sociales y, claro está, con la enseñanza. No lo sé. El caso es que la Mondragón Unibersitatea refleja muy bien los ¿nuevos? aires que soplan en eso que todavía llaman educación. Lean esta entrevista a su rector, quien asegura que "lo más importante del sistema educativo es el alumno (hosannaenelcielo); ni los contenidos (puaj) ni los profesores (grrr)". Su máxima: “el estudiante debe disfrutar aprendiendo” y para ello es preciso “motivarle”. ¿Qué mas? Pues esto: Learningbydoing, innovación, tecnología, talento, autocomplacencia ("tenemos los mejores jóvenes de la historia de Euskadi"), polivalencia curricular ("ya no basta con enseñar. Se trata de involucrar a los estudiantes para que aprendan"), arrojo ("hay que ser atrevidos a la hora de enseñar" -y tanto-), contemporaneidad ("todo cambia diariamente")...

Pues eso, que con nosotros viaja el sueño y la novedad, la alegría, la sorpresa y el carnaval. Quien compra nuestro billete, compra la felicidad. Matricúlense en la Mondragon Unibersitatea Orkestra, que además tiene, dicen, "vocación social". 

Mándenme una postal cuando lleguen a destino.



jueves, 19 de noviembre de 2015

¡Tenemos un profesor! El Milenarismo educativo


Todos recordarán la desternillante escena de la bruja en la película "Los caballeros de la mesa cuadrada". Puesto que es memorable, la transcribo a continuación:

Campesinos: - ¡Tenemos una bruja! ¡Tenemos una bruja! ¡Tenemos una bruja! Hemos encontrado una bruja. ¿Podemos quemarla?
Caballero que suelta una paloma con un coco atado a una pata: - ¿Cómo sabéis que es una bruja?
Turba: - ¡Parece una bruja!
Personaje que aparentemente ejerce de líder de la masa: - ¡Porque se le nota! ¿No lo veis?
Caballero: - Pues traédmela.
Mujer acusada: - ¡No soy una bruja! ¡No soy una bruja!
Caballero: - Es verdad. Estás vestida de bruja.
Acusada: - ¡Ellos me vistieron así! Y esta no es mi nariz. Es postiza.
Caballero: - ¿Y bien?
- Líder de la masa: - Bueno...le pusimos la nariz...
- Caballero: - ¿La nariz?
- Líder de la masa: - ... y el sombrero... ¡Pero es una bruja!
Caballero: - ¿La habéis vestido vosotros así?
Campesinos: - ¡No! ¡No! ¡Sí! ¡Un poco! Pero... ¡tiene una verruga!
Caballero: - ¿Y por qué creéis que es una bruja?
Campesino con aspecto normal: - Porque a mí me convirtió en grullo.
Caballero: - ¿En grillo?
Campesino con aspecto normal: - Y mejoré.
Turba: ¡Hay que quemarla!
Caballero: - Hay diversas formas de saber si es una bruja. Decidme, ¿qué se hace con las brujas?
Campesino: - ¡Quemarlas!
Caballero: - ¿Y qué otra cosa se quema aparte de las brujas?
Campesino exaltado (más): - ¡Más brujas!
Caballero: - ¿por qué arden las brujas?
Campesino: - ¿Porque están hechas de madera?
Caballero: - Exacto, exacto... ¿Y cómo se puede saber si están hechas de madera?
Campesino: - Haciendo un puente con ella.
Caballero: - Ah, pero ¿es que no se puede hacer también los puentes de piedra?
Campesinos: Silencio (pensativos).
Caballero:  - Y la madera, ¿se hunde en el agua?
Campesinos: - No, flota... ¡¡tirémosla al pantando!!
Caballero: - ¿Y qué más cosas flotan en el agua?
Campesinos, uno tras otro:
- ¡El pan!
- ¡Las manzanas!
- ¡Piedras pequeñas!
- ¡Un cuchillo!
- ¡La salsa verde!
-  ¡Un grillo!
Caballero: - ¡No, no!
Nuevo personaje (otro caballero) que entra en escena (solemne): - Un ganso.
Caballero primero: Exacto. Entonces...
Campesino (continúa la deducción del caballero): - ... si pesa lo mismo que un ganso... está hecha de madera...
Caballero primero (sigue): - ... y por lo tanto...
Campesino y todos los demás: - ...¡es una bruja! ¡Una bruja! ¡ya lo decía yo!
Caballero primero: Bien, probemos mi balanza.
Turba: ¡A la balanza! ¡ A la balanza!

[Una vez en la balanza, se comprueba que pesan lo mismo y la mujer disfrazada de bruja es llevada a la hoguera].

Últimamente, en materia educativa, cada noticia que conocemos nos plantea una duda inquietante. No, no tiene que ver con si fue antes el huevo o la gallina sino con si las decisiones que afectan a la enseñanza se toman antes de ser parodiadas o surgen después de la caricatura, inspiradas incluso por esta. Así, uno no puede evitar pensar (aunque quizás, ingenuamente, tenga una idea en exceso elevada sobre el gusto cinéfilo nuestros mandamases educativos) si el lumbreras del Ministerio de Educación al que se le ha ocurrido pedir a los docentes un certificado que acredite, para entendernos, que no entran dentro del perfil (¿del siglo XXI?) "profesor-pederasta", no lo habrá hecho en homenaje a nuestros queridos Monty Python.

No pensaba escribir sobre este asunto, pues ya ha sido tratado por dos buenos amigos, aquí y aquí. Por lo tanto, mi participación al respecto consiste en recomendar los dos artículos, añadir la referencia, siempre pertinente, de los Monty Python, y posicionarme en contra de la penúltima andana contra el ¿prestigio? del profesor, entendiendo perfectamente las puntualizaciones de otro buen amigo, que en su "garita" (lean los comentarios) manifestaba sus dudas razonables y razonadas sobre la intención "criminalizadora" que algunos hemos visto en la medida, por ser un requisito exigible solo a quienes quieran acceder a la función pública docente. Debo decir que me parece muy defendible esta postura y que es probable que tenga razón. Sin embargo, yo me inclino a barruntar mala fe e intención de emponzoñar. ¿Por qué? Pues sencillamente porque a estas alturas no tengo razones para confiar en que se legisle con el fin de respaldar al docente sino, más bien, motivos para sospechar que se hace con el propósito de debilitarnos más (si cabe). Despojados de autoridad intelectual, cuestionados como depositarios del conocimiento (que hoy está, COMO TODO EL MUNDO SABE) en "la internete", reconvertidos (o a punto de caramelo) en "otra cosa" distinta de lo que tradicionalmente (supongo que a estas horas se puede decir "tradicionalmente" sin exponerse a sanción) ha sido un profesor... solo nos queda esperar que un día alguien nos disfrace de maestro y nos conduzca al patíbulo... o a la hoguera. ¡Tenemos un profesor!, gritará la muchedumbre enfervorizada. Si además es funcionario, ni les cuento. Llámenme exagerado, si quieren. Pero el Milenarismo educativo... va a chegaaaar.



lunes, 9 de noviembre de 2015

Populismo pedagógico y marketing educativo. La normalización de la estafa



Hoy no estoy de buen humor. Ayer, mientras ejercía el house cleaning, escuché en R.N.E. al pedagogo de moda: José Antonio Marina. Admirable lo suyo. Incómodo ante las críticas que ha recibido su propuesta más mediática, demogógica y populista (la de que los docentes cobremos en función de lo malos o peores que seamos -cómo sabía él que ofendería a algunos pero contentaría a otros, a aquellos que disfrutan cuando ven que se le zurra al funcionario por privilegiado, caradura y holgazán), la radio pública le dio un espacio para que pidiera disculpas. Ah, no, esperen, que no fue eso lo que hizo. Déjenme que haga memoria. Veamos, si no recuerdo mal, se reafirmó en la sugerencia de que cada uno cobrásemos según nuestra valía, tachó a los que se (nos) habían (habíamos) sentido atacados de susceptibles ("tics de autodefensa" -con minúsculas- "que no vienen a cuento", llamó Marina a las reacciones impertinentes), insinuó nuestra limitada capacidad intelectual (los críticos no le hemos entendido, dijo) y alegó que todo había sido "sin querer". Bravo por él.

No quiero entrar en los motivos por los que la radio pública toma partido por el pedagogo oficial, asesor del ministro y azote del docente común, ni en la ausencia de alguien que pudiera servir de contrapeso a las argumentaciones del filósofo. El debate no fue tal, más bien una apología de Marina, con dos profesores universitarios  que defendían sus mismos postulados. No quería entrar en esto, pero voy a entrar un poco. ¿Este es el servicio público que ofrece R.N.E.? ¿No ha detectado nadie en este medio de comunicación que hay quien no está de acuerdo con lo que Marina defiende? ¿Debe silenciarse al disidente? ¿Hemos de tragar con la línea pedagógica hegemónica sin rechistar? Bien, no quiero seguir por aquí. He enviado a R.N.E. una queja que tendrá, seguro, consecuencias extraordinarias y será tomada como motivo de reflexión por sus dirigentes. Pero seguro. Tampoco voy a lamentarme por el trato que un colega como Marina, Catedrático de instituto, nos está dispensando, insistiendo en que los profesores "no estamos bien formados", asegurando que no queremos que se nos evalúe, aunque sí dejaré muy, muy claro, para que no haya lugar a dudas, que personalmente no tengo el más mínimo problema en que se me evalúe. Ahora bien, si se me ha de evaluar, que me parece muy bien, primero, que me examine alguien que sepa más que yo de mis especialidad (y que esta capacidad para juzgar mis conocimientos esté acreditada); segundo, que se pidan conocimientos sobre mi materia y no se me examine de otras cuestiones subjetivas y/o vaporosas (mucho menos, morales); y tercero, que se haga extensiva tal evaluación a todo aquel que desempeñe un cargo público (no olvidemos la imprescindible evaluación de la capacidad de Marina como asesor, conferenciante o floricultor).

Pero a lo que iba hoy no era tanto al hecho (la estafa educativa que se está perpetrando, que se lleva tiempo perpetrando) sino a su normalización, para lo cual es imprescindible que solo se escuche la versión oficial y cuanto más a menudo mejor. Así, los políticos ya no buscan convencer a nadie sino ganar audiencia, recurriendo a lo que sea necesario: Soraya baila, Pedro Sánchez telefonea a Jorge Javier, Albert Rivera hace de copiloto de rally, Pablo Iglesias canta por Krahe, Rajoy se va de cañas con Ana Rosa... incluso los debates ya no sirven para contrastar ideas sino para demostrar buen rollito,camaradería y tonito cordial. Estamos, más que nunca, en la era del marketing,. Todo se compra y se vende. Me los quitan de las manos, oiga. Lean:

El marketing, como la disciplina que recoge el conjunto de estrategias, aspectos, herramientas necesarias para impulsar cualquier actividad empresarial, es esencial como palanca impulsora de acción en estos momentos convulsos que nos ha tocado vivir (...) Este libro traslada la idea de que el marketing, como visión, es el eje sobre el que debe pivotar toda a acción de cambio en los centros educativos. Y es que, el marketing, contra la conceptualización básica que se tiene comúnmente, es un área que abarca toda la dinámica de trabajo que se desarrolla desde la institución educativa. Las estrategias que todo centro debe adoptar sobre su cliente, su producto (el proyecto educativo), la marca, la prestación del servicio o su comunicación, son aspectos que se deben abordar desde y a través de una visión de marketing para optimizarlas y sacarles el máximo provecho posible (...) El autor pretende lanzar propuestas que sean de aplicabilidad para el progreso de las instituciones y centros. Con un objetivo final: facilitarles el proceso de cambio que les faculte su adaptación a las realidades futuras. "Fundamentos del marketing educativo". Jaime García Crespo. Editorial Wolters Kluwer. Abril de 2014.

Hace un tiempo, solo leer "marketing educativo" nos habría hecho ponernos en guardia. Sin embargo, cada vez nos resulta más familiar. Y una vez interioricemos y asimilemos esto del marketing pedagógico, no habrá marcha atrás. La normalización del conflicto que buscaba ETA, aplicada por fin a la estafa educativa. Lo que hoy es ya normal, ayer no lo era. Y anteayer ni siquiera lo imaginábamos. Existe solo el discurso que se difunde y se repite insistentemente, aunque sea equivocado, aunque sea fraudulento. El que no llega a los ciudadanos, el que se disimula, se acalla y se amordaza porque distrae, molesta y revela el truco, este discurso, por bien construido que esté, por muy sensato que sea, es como si nunca se hubiera engendrado. Por eso estamos tan en inferioridad de condiciones, tan en condiciones adversas, que no tenemos más remedio que afinar nuestros razonamientos, redoblar esfuerzos y no ceder. Y perseverar.

NOTA: De ninguna manera equiparo a los terroristas con los comerciantes de la educación (DE NINGUNA MANERA), que a alguno lo veo venir. Solamente comparo estrategias. Y esto es solo el principio. No nos quieran evaluar. Nos quieren devaluar.

martes, 3 de noviembre de 2015

Cuando despertó, Marina todavía estaba allí


Estos días la noticia educativa pasa por la propuesta estrella del filósofo José Antonio Marina, aplaudida rápidamente por políticos, expertos y ciudadanos con fobia funcionarial.

En relación con la enseñanza, tenemos tres problemas serios y uno menos importante, pero que está ahí y es precisamente el que atañe al profesor. Los problemas más graves, de los que pocas veces se habla, son: primero, el desprecio generalizado al conocimiento, la cultura y el mérito, en todos los ámbitos; el segundo, un sistema educativo que no funciona; y el tercero, unos alumnos que no se esfuerzan porque no se les hace ver la importancia del estudio y porque ni se les reconoce a los que sí lo hacen ni se les exige a los que no. Pero dejemos a los chicos tranquilos, no los molestemos. Y dejemos también al sistema, que al fin y al cabo, con sus respectivos matices doctrinales, es aceptado y defendido por todos los partidos sin excepción (sí, sin excepción; es mentira que no estén de acuerdo. Discrepan solo en cuestiones menores). Y no entremos ahora a hablar de nuestra antimeritocrática sociedad porque no acabaríamos. Quedémonos con el cuarto problema, el recurrente, el de siempre, el que sirve para justificar todo lo demás y a todos los demás.  Carguemos pues las tintas en el profesor, que no se queja y admite casi todo. Y comenzaré dando la razón a Marina en algo: el docente debería estar formándose siempre. Es totalmente cierto. Imprescindible. Me temo, sin embargo, que la formación que ambiciona Marina para nosotros, como todo experto que se precie, no es la que a mí me parece que redundaría en un mejor ejercicio de nuestra labor docente, no es la que fortalecería nuestra capacidad para enseñar, la que incrementaría nuestros conocimientos sobre la materia que impartimos, no. Basta analizar los planes de formación del profesorado de casi cualquier comunidad autónoma para averiguar en qué sentido se dice que debemos actualizarnos: en coaching educativo, en educación emocional, en emprendimiento o en didáctica de la didáctica de la didáctica. O sea, que no nos vengan con eso de que el profesor no quiere formarse porque, admitiendo que haya vagos en esta como en toda profesión, insisto, el problema fundamental es que la formación que la administración nos ofrece no es que no sea seria, es que es grotesca, por no hablar de cómo se valora la que nosotros nos procuramos en los distintos baremos de méritos (el uso de esta palabra en los baremos es sencillamente un timo).

Vayamos ahora a la recomendación de quien popularizó aquello del niño y la tribu, la tribu y el niño, los niños de la tribu, las tribus de niños o como fuera. Según Marina, "los buenos profesores no pueden cobrar lo mismo que los malos". Así a bote pronto, no es fácil posicionarse en contra de que quien hace bien su trabajo reciba un mayor reconocimiento (salarial, en este caso) que quien no lo hace. Seguro que Marina imaginaba cerradas ovaciones mientras escribía esto en su reciente libro. Estamos ante una sugerencia que parece (PARECE) meritocrática. Pero tal demostración de clarividencia (el bueno, más; el malo, menos) queda en brindis al sol, en trampa, en argucia... o, peor, en andanada contra el docente (y van...), al que se culpa (sí, otra vez) de todo. Porque la ocurrencia de pagar a unos más que a otros encierra la intención de siempre: sembrar la duda respecto a un colectivo en el que, insisto, hay buenos y malos profesionales, como es natural. Escarbemos un poco y pensemos cómo podría cumplirse esta, a priori, justa proposición. Me surgen enseguida algunas preguntas:

¿Podemos ponernos de acuerdo en qué es ser buen profesor?

¿Quién decide si un docente es bueno o malo?

¿Es bueno el docente en el momento en que supera una oposición y se vuelve malo después, por desidia, por desmotivación? ¿Es malo porque el sistema de selección ha fallado? ¿Es malo pero con la experiencia puede llegar a ser un buen docente?

En cuanto a la primera objeción, el concepto "buen profesor" seguramente no sea el mismo para Wert, para Pérez-Reverte, para Ken Robinson o para Moreno Castillo, por poner solo algunos ejemplos. Por lo tanto, antes de hacer el casting, habría que conocer los requisitos que se piden.

Respecto a la segunda, miedo da a quién se elija como tasador de las virtudes profesionales de los docentes. Más miedo da, si cabe, pensar que sea, como insinúa el propio Marina, "el centro" el que evalúe (de nuevo hay que preguntarse: ¿en función de qué? ¿la adaptabilidad al centro? ¿la disponibilidad para las actividades extraescolares? ¿la predisposición a participar en los proyectos del centro? ¿el número de aprobados? ¿el de suspensos? ¿el conocimiento de la asignatura que hayan logrado sus alumnos y el esfuerzo y dedicación del profesor? ¿la popularidad del docente, su simpatía, su empatía, su buen rollito?

La tercera objeción me permite dirigir mis reflexiones a un asunto sobre el que se esbozan críticas pero no se desarrollan propuestas: el acceso a la función pública, algo clave, esto sí, en la calidad de la enseñanza. Porque nadie puede discutir que la preparación del profesor es crucial. Ahora bien, si lo que queremos es que accedan a la enseñanza los mejores de cada campo, hagámoslo, primero, seduciendo a los buenos profesionales, a los más sabios, a los más capacitados, para que decidan encaminar sus pasos hacia la docencia (no lo voy a decir, pero hay un motivo prosaico pero eficaz, que se contabiliza numéricamente y suele atraer a toda actividad -y la decisión contrario ahuyentar-); segundo, estableciendo un filtro exigente y riguroso a la hora de escoger a los profesores, con unos criterios claros, elaborados y sensatos, que nunca podrá garantizar la presencia de los más competentes, porque esto es imposible, pero sí reducirá el margen de error en la selección. No quiero recordar (o sí, no hay por qué ocultarlo) la polémica suscitada en aquellas oposiciones a maestros en la comunidad de Madrid cuyos resultados fueron filtrados con mala intención pero sin manipulación alguna (fallos de ortografía como “veverlo”, “adsequible”, “incapie”, “aprendizage” o “gerarquia”; definiciones como “escrúpulo: salida del sol” o “disertación: dividir una cosa en partes más pequeñas”; etc). Los sindicatos se rasgaron las vestiduras, tanto o más que algunos de los opositores afectados. Todos estamos expuestos a cometer un error de bulto en un momento determinado, sobre todo en una situación de nervios y tensión como un examen de oposición, pero, puestos a contemplar posibilidades, se me ocurre la  implantación de un examen previo de cultura general para todo aquel que quiera dedicarse a la enseñanza. Como sucede ahora, seguirá ocurriendo que buenos profesionales quedarán fuera de la función pública, ya que una oposición no deja de ser una manera de tantas de valorar la capacidad y condiciones del aspirante, pero estoy seguro de que algo se habría mejorado.

Por otra parte, dice Marina que a cualquiera le parecería "criminal" que los médicos "no actualizaran sus conocimientos". Y tiene razón. Pero, si hablamos de médicos, comparémoslo todo. Los médicos tiene muy claro que su objetivo es que el paciente sane (también lo tiene claro, al menos es lo frecuente, el paciente), no que se lleve bien con los demás pacientes o que empatice con su doctor. Los médicos se basan en la tradición, en la ciencia, no en las pseudociencias ni en innovaciones extravagantes. Los médicos no reciben consejos, ni pautas, ni metodologías impuestas, de quienes no han estudiado y ejercido la medicina. Los médicos no hacen cursos de risoterapia o coaching médico para estar al día en su profesión. Creo que son más las diferencias que las semejanzas.

De todas formas, lo llamativo es que un colega, un catedrático de instituto, que debería tener información relevante y de primera mano sobre la profesión y que, además, defiende algo tan defendible como que "la docencia tiene que ser una profesión de élite", apueste por medidas tan dudosas, tan inciertas, tan oscuras, como la de que los centros evalúen a los profesores para determinar quién ha de cobrar más y quién menos, demostrando, en el mejor de los casos, un extraordinario desconocimiento de lo que está pasando en la educación. Lo dicho: cuando despertó, no sé el dinosaurio, pero Marina, desde luego, todavía estaba allí.